Queridos hermanos, seguimos contando algunas cosas del año Eucarístico, junto a inicio que se dio el pasado sábado, la Diócesis de Iguazú, elaboró un cancionero eucarístico a fin de acompañarnos en este tiempo de gracia. Por su ves Mons. Nicolás, dirigió también unos criterios a fin de que podamos sacar mas provecho de este instrumento que es la música para vivir mejor nuestro encuentro con Jesús.
Quienes quieran tener el cancionero pueden descargarlo al final de esta nota.
Estas notas solo son algunas indicaciones que pueden ayudar a aquellos que sirven en el importante ministerio de la música de las celebraciones litúrgicas.
Se priorizará la música vocal sobre la instrumental, teniendo en cuenta que la liturgia continúa la obra de Cristo, Palabra hecha carne.
Para las letras tendrá prioridad la Sagrada Escritura, especialmente los salmos, los textos litúrgicos.
Los cantos son una alabanza, una expresión de adoración o pedido de perdón a Dios, no un programa de cosas que queremos hacer o una alabanza a nuestras virtudes.
Los ritmos musicales deben favorecer el recogimiento y la oración, la elevación del espíritu, la adoración. No tienen por función generar una euforia colectiva, sino una alabanza profunda.
Se tratará de cantar las partes que prevé la liturgia, como el gloria, el salmo responsorial, el Santo, etc.
La música litúrgica debe acompañar la acción litúrgica, no reemplazarla. No debe interrumpirla en sus tiempos y ritmos naturales, p. ej.: el canto de entrada no debe extenderse mucho más que la llegada del celebrante a la sede, el del ofertorio hasta el lavatorio de las manos, etc. Asimismo, se buscarán cantos cuyas letras sean acordes al momento de la celebración.
Se tratará de que la música sea de calidad, como corresponde a una acción sagrada.
Es necesario distinguir música popular, religiosa y litúrgica. Muchos cantos y ritmos que son muy buenos para encuentros o procesiones no son litúrgicos, por lo cual no corresponde que se usen en una celebración litúrgica. Distinguir ámbitos ayuda a enriquecerlos y profundizarlos.
La música litúrgica debe ayudarnos a elevar el espíritu a Dios, como la Gracia, que supone, sana y eleva la naturaleza.
Como elemento litúrgico, el canto debe estar en consonancia con la identidad propia de la celebración. Por consiguiente, todo —el texto, la melodía, la ejecución— ha de corresponder al sentido del misterio celebrado, a las partes del rito y a los tiempos litúrgicos. (Sacramentum Caritatis, 42)
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