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Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado (Dt, 5.16)


El Obispo Diocesano Mons. Nicolas Baisi, celebro en la Jornada de ayer 25 de mayo, el Tradicional Te Deum, dando gracias a Dios por la Patria en un aniversario más de la gesta de 1810. La Celebración se realizó en la Parroquia San Pedro Apóstol con la presencia del Gobernador de la Provincia el Dr. Oscar Herrera Ahuad, el Gobernador electo Lic. Hugo Mario Passalacqua, miembros de los poderes legislativo y Judicial, junto autoridades de las fuerzas provinciales y nacionales en la Provincia, y un gran número de fieles.


A continuación reproducimos las palabras del Obispo en la homilía de dicha celebración:

Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da”. (Deut.5,16)

Este es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa que dice, repito: “para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra.”

Es el fundamento primero desde donde nosotros hoy vamos hacer memoria y celebrar a aquellos que a lo largo de la historia nos han legado familia y patria.

Es sobre los afanes y trabajos, éxitos y fracasos de nuestros padres y de los padres de nuestros padres, que se edifica la memoria que hoy celebramos. Una memoria que nace mucho antes y que va más allá de la efeméride del 25 de mayo de 1810.

Una memoria que se proyecta desde el mismo momento en que surge esta patria misionera El instante en donde ve la luz del día el primer criollo nacido en esta tierra colorada.

Ese niño es fruto de la unión de los guaraníes que, emigrando desde el Amazonas buscaban “la tierra sin mal” y de los españoles que lanzados al mar procuraban encontrar un nuevo mundo. Dos pueblos en búsqueda.

Un encuentro que colmo las expectativas de ambos pueblos: a los guaraníes les concedió la “tierra sin mal del evangelio de Cristo” y a los españoles un nuevo hogar donde crecer y multiplicarse.

Entre ambos y junto a las inmigraciones que jalonan nuestra historia, se forjo un pueblo y una cultura nueva: NOSOTROS los criollos.

Este encuentro de razas y culturas engendro lo que un autor misionero llamo “los hijos de la tierra y de la Compañía de Jesús.” Un encuentro plagado de lágrimas y risas; de bajezas y heroísmos. Y es que la historia no se cuece en agua tibia. Ni antes ni ahora.

Tolstoi dice en su La Guerra y la Paz, que la historia no la construyen los grandes personajes, sino el hombre anónimo y sencillo, al que llamamos pueblo.

Es por eso que en estas breves líneas vamos a hacer memoria de aquellos olvidados más allá del Chimiray, y que jalonan nuestra historia.

Comenzamos pues por aquellos guaraníes de los cuales no guardamos sus nombres y de los padres jesuitas José Cataldino y Simón Mazzeta; del explorador Alvar Núñez Cabeza de Vaca; de nuestros mártires San Roque González, San Alonso Rodríguez y San Juan del Castillo; de los padres jesuitas Antonio Ruiz de Montoya, Antonio Moranta; Javier Martin Urtazu y Diego de Salazar. Los jesuitas Diego de Boroa y Claudio Ruyer y el cacique Tabacamby que en 1626 comenzaron a forjar la cultura misionera con la fundación de la Misión de Santa María del Iguazú, la primera de 30 misiones que en nuestro territorio serian cuna de ciudades y arraigarían la cultura del trabajo y la fe en Cristo.

De los héroes del combate de Mborore y de la guerra y éxodo guaraní: José Sepe Tiarazu y Nicolás Ñanguiru.

Del francés Don Santiago de Liniers quien fuera el primer gobernador de la provincia de Misiones, independiente de Buenos Aires y de Asunción, por Real Cedula de Carlos IV en 1803; y de un Nicaragüense Tomas de Rocamora, quien siendo Gobernador Intendente de las Misiones adhiere el 15 de junio de 1810 a la Junta de Buenos Aires.

Y así llegamos a la gesta del 25 de mayo, en donde la patria NO nace, porque ya había nacido 300 años atrás.

Porque el pretender pensar en una patria que nace recién un 25 de mayo de 1810, es dar la espalda al legado de aquellos que nos precedieron en el surco de la historia (hoy diríamos construir un relato) … el relato de una la patria que nace en Buenos Aires, olvidando 300 años de historia guaraní y de gesta heroica del español en las tierras coloradas.

Por otro lado, es indudable que el 25 de mayo marca el fin de la patria vieja. De lo bueno que tenía, particularmente de su visión geopolítica, consistente en una América unida y autosuficiente en torno a sus virreinatos. Idea que más tarde San Martin y especialmente Bolívar retomarían.

Pero también es el fin de una forma de gestionar y administrar los intereses de los americanos, que no se hacía en su beneficio sino en el beneficio de una España lejana y decadente envuelta en guerras y penurias.

Aunque tal vez, tal vez… pasados los años del fervor revolucionario, y visto el estado de ruina absoluta en que había quedado la otrora fértil y prospera Misiones, muchos se preguntarían si había sido buen negocio, cambiar un tirano a 9.000 km, por cien tiranos a 1001,6 km por la ruta 14…pero esa es otra historia.

Por ultimo NUESTRO 25 de mayo (y resalto lo de nuestro) solo supera su forma de revolución de cuño porteño el 9 de julio de 1816, cuando las provincias se reúnen en contra de la voluntad de Buenos Aires a declarar la independencia. Solo pues a través del prisma del 9 de julio se vislumbra la grandeza de 25 de mayo.

Por eso pensemos agradecidos en Don Manuel del Corazón de Jesús Belgrano, y su Reglamento para el régimen político y administrativo y reforma de los pueblos de Misiones.

En Don José Gervasio Artigas y en Andrés Guazurari, el el Comandante Andresito, o como gustaba firmar los documentos oficiales en su carácter de hijo adoptivo del gran Oriental: Andrés Artigas.

Ellos son exponentes de una patria que no fue y pudo ser, a los que debiéramos contemplar juntos, rezando el rosario en cada atardecer como ellos solían hacer.

Y finalizando este recorrido imperfecto y lleno de lagunas, no podemos olvidar al Comandante Miño, a Fray José Acevedo, a Matías Abucu y por último a Miguel Chepaya trompa de órdenes del General San Martin y a los 220 guaraníes que formaron los primeros escuadrones de Granaderos a caballo del Libertador, y a quien acompañaron en la gesta emancipadora a través de Argentina, Chile y Perú.

El testimonio y testamento de nuestro pueblo “nacido de la tierra y de la Compañía de Jesús” nos apremia a gobernantes y gobernados a seguir dando testimonio ante los hombres de aquello que nos legaron (y acá quiero hacer mención de un profundo agradecimiento a nuestro Gobernador, en su último 25 de mayo en el cargo, y elijo hacerlo por dos razones: primero por haber guiado al pueblo misionero a través de la pandemia con serenidad, prudencia y sabiduría, buscando siempre el bien de todos y en segundo lugar preservando en ese tiempo oscuro la libertad religiosa y la libertad de culto al Dios verdadero)

¡Muchísimas gracias!

Es así que debemos seguir dando testimonio ante los hombres, de aquella identidad, sin la cual no seriamos misioneros y que nos legaron nuestros padres: una sociedad fundada en el orden natural de las cosas y en la fe cristiana; que cuida a la vida desde su concepción en una familia donde al varón lo llamamos padre y a la mujer madre, en donde la vida se prolonga en nuestros ancianos hasta que el Dios que concedió el principio los lleva al final.

Dos bendiciones dio Dios al hombre cuando lo creó: la fecundidad, bello fruto del amor del varón y la mujer; y el trabajo, con el que el hombre continúa la obra creadora de Dios. Ideologías de potencias extranjeras nos quieren quitar, -por medio de mal llamado planes de salud- la fecunda maternidad de la mujer misionera. Malas políticas del gobierno central de nuestro país están debilitando la cultura misionera del trabajo y la laboriosidad.

Nos observan desde el cielo y nos juzgaran cuando nosotros, cada uno se presente a su juicio particular, esta legión de sacerdotes, soldados, agricultores, comerciantes y políticos que dieron a Misiones su marco espiritual, refrendando su enseñanza con la sangre derramada.

Ellos como miles de patriotas anónimos respondieron al llamado de la Fe, la sangre y la tierra.

Que su llamada a rezar, trabajar, vivir y por morir por una patria mas justa sea hoy el imperativo que nos permita que nuestros años se prolonguen, siendo felices en esta tierra que Dios nos dio.

¡Viva la Patria!!!

 




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