Curiosamente, algunos encariñan al auto como si fuera mujer y suben su mujer como
si fuera el auto . . .
Curiosa confusión entre cosa y persona.
Normal en los niños que tienen la formidable facilidad de animar los objetos. Sus
juguetes sienten, hablan, cantan. Mundo propio de los dibujos animados donde el
auto ríe, estornuda, se sacude y el peluche se deja tapar cuando siente frio. El papá
puede naturalmente convertirse en caballito, perro o robocob según la necesidad del
momento.
Juego sano de los pequeños y muy valioso ensayo para tejer paso a paso el
entramado vincular con el mundo que los rodea. Así, cuando son grandes pueden
poner las cosas en su justo valor de uso y a las personas identificarlas empáticamente
como semejantes. El otro adquiere capacidad de convertirse en semejante que desea
no ser tomado como juguete.
Confundir – siendo adulto – el status de personas con cosas, ocasiona un problema
serio de convivencia con pronóstico complicado. Conforma una discapacidad o - con
mejor pronóstico - una inmadurez del desarrollo.
Cuando el horizonte vivencial se va poblando únicamente de objetos, con mayor o
menor valor agregado según las urgencias del momento, la convivencia no es
sustentable y se vuelve peligrosa .
Peligrosa, porque cualquier frustración se transforma en molestia, la molestia en
estorbo y la cosa que estorba acaba por eliminarse. Es el destino natural de las
cosas; cuando no satisfacen, estorban. Momento justo de procesar el descarte.
Peligrosa la convivencia, porque con ese patrón de comportamiento cosificante puede
ser eliminada cualquier mujer en la eventualidad de no satisfacer un deseo.
Convivencia de riesgo para el niño también, porque puede convertirse en estorbo;
existen diversas formas de eliminar la molestia: van desde el abandono, pasando por
el golpe, hasta la aniquilación. El desecho humano siempre es posible - aún antes del
nacimiento - una vez que haya pasado por el escaneo cosificante y no pueda salir de
ahí.
Desconocer, ignorar, o negar rango de semejante a un otro, es un trastorno psíquico.
Genera en principio un entramado vincular violento que entraña en sí mismo un
formidable potencial de aniquilamiento.
Corolario del caso:
persistiendo en el trato igualitario, sin discriminación, entre el auto y su mujer; el dueño
quedó sorprendido, no logrando entender el porqué alguien dijo que esto se llamaba
violencia . . .
Seguía convencido que los problemas se arreglan en el taller y no en el consultorio!
Dr. Gerardo Vetter
Psicólogo clínico
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